El Mandamiento del Amor en la Última Cena

Por Jonny Guerra, 6/4/2023 17:33

El relato del evangelio que se lee, hoy 6 de abril de 2023, día en que se conmemora la última cena del Señor Jesús, el evangelista nos desarrolla una introducción con una frase contundente:

…habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

San Juan, 13; 1.

Este preludio del evangelio nos va induciendo al gran mandamiento instaurado por Jesús, es decir; el mandamiento del amor. Es aquí que en esta pequeña reflexión, se indaga, primeramente en el gesto de preparar este acontecimiento en un lugar cotidiano, como ser un comedor. De manera general, la última cena de Jesús se presenta como un acontecimiento solemne, impregnado de un misticismo que se centra en el misterio eucarístico y la instauración del orden sacerdotal, aun así, esta experiencia se podría enriquecer más aun, sino dejamos desapercibidos los gestos comunes con los que se preparó tan sublime acontecimiento.

Los amigos de Jesús, Fillol Granell, Antonio.
1900. Óleo sobre lienzo, 200 x 280 cm
Los amigos de Jesús, Antonio Fillol, 1900. Obtenido de Museo del Prado

En primer lugar, Jesús se reúne con quienes ama, los invita a la intimad de un comer, el trato de Jesús para con sus discípulos es de amistad y confianza. Confianza que trasciende la traición de Judas, la de Pedro o la dispersión de sus amigos. Este gesto sencillo de Jesús, de sentarse a comer con sus discípulos, nos lo viene anticipando en diversos espacios del evangelio, el Señor Jesús observa su alrededor, de allí nacen sus parábolas, visita a sus amigos, celebra las bodas, contempla a los niños y niñas, llora por su amigo muerto a pesar que en su teofanía se nos revela como «el camino, la verdad y la vida» San Juan 14, 6.

Esta experiencia luego fue la experiencia de los santos y santas, hombres y mujeres, como diría una frase atribuida a San Juan Bosco, fueron personas con los ojos en el cielo pero con los pies en la tierra. El encontrarnos en el cenáculo con Jesús debería partir de igual manera, de la contemplación de nuestras realidades, lugar donde se revela Jesús y nos lava los pies. Este gesto de suma humildad, que precede el misterio de la encarnación de Jesús en la Eucaristía, puede interpretarse como el gesto de ir por el mundo, pero al encuentro con Jesús quitarnos lo que nos sobra para estar dignamente ante el.

Cuando el Evangelio nos narra la negativa de Pedro a dejarse lavar los pies por Jesús; luego de que Jesús le dijera, Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo, San Juan 13, 8. Pedro le responde: «Señor, sí es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza» San Juan 13, 9. Y he aquí cuando Jesús le replica:

El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio.

San Juan, 13,10

Esta frase de Jesús, que nos dice «el que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies», es precisamente un punto importante de esta reflexión. Si la suciedad, el polvo, la impureza de los pies la interpretamos como la influencia del mundo, mundo al que no somos ajenos, Jesús no nos pide despojarnos de nuestras realidades, sino ser consientes de ella y transformarlas, imitar el ejemplo del maestro. Limpiarse los pies, es el mismo gesto que tuvo Moisés al revelársele Dios Padre, en la sarza ardiendo. Con la diferencia de que esta vez es Jesús quien nos limpia los pies para poder estar limpios y poderle recibir en la Santa Eucaristía, probablemente esto sea lo que Jesús nos pide que hagamos antes de entrar a la Celebración Eucarística, dejarnos limpiar para contemplarlo, para transformar nuestras realidades, para en lo cotidiano encontrarnos con El, ser sus amigos, la relación que Jesús nos propone, es una relación de un Dios amigo, que es cercano, que nos conoce. Es por ello que al final nos dice:

¿Comprenden lo que acabo de hacer? Ustedes me llaman maestro y señor, y dicen bien. Pero si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.

San Juan, 13; 13-15

En conclusión, damos testimonio de Jesús enseñando a los demás lo que Jesús nos a enseñado, testimonio que se fundamente en nuestra relación con Dios y lo que nos revela. Revelación que nos hace imitarle, pues si recibimos misericordia, deberías poder dar misericordia, si recibimos perdón, deberíamos poder perdonar, si Jesús se nos revela en una experiencia de amor, deberíamos responder a los demás con ese amor recibido. Considero que de esta forma nuestro testimonio es más sincero si partimos de lo que el mismo Señor Jesús nos ha enseñado, y no tanto en la búsqueda de un Dios lejano, un Dios que podemos encontrar en lo cotidiano, en la intimada de un comedor. Por hoy, solo nos queda escuchar su voz en el silencio del Sagrario y poder cantar, el antiguo Tantum Ergo que nos invita a adorar a Jesús Sacramentado:

A tan alto sacramento

veneremos reverentes

y el antiguo orden litúrgico

ceda el paso al nuevo rito.

La fe añada lo que falta

al defecto de los sentidos.

Al engendrador y al engendrado

-el Padre y el Hijo-

Alabanza, alegría,

salud, honor, fuerza

y bendición.

Y al que procede de ambos

-el Espíritu Santo-

vaya una alabanza igual.

V: les diste a comer pan del cielo

R: que contiene en sí toda delicia.

Amén.

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